"Una piedra en el camino, me enseño que mi destino.."



"¿Este camino tiene corazón?  Si lo tiene, el camino es bueno; si no lo tiene, no sirve de nada.   Ambos caminos conducen a ninguna parte; pero uno tiene corazón, el otro no.  Uno hace alegre el viaje; mientras lo sigas serás uno con él.   El otro hará que maldigas tu vida.  Uno te fortalece; el otro te debilita".    - Carlos Castaneda, Las Enseñanzas de Don Juan




    Sísifo es un personaje de la mitología griega, que en vida fue avaro y mentiroso. Al morir, en el infierno, Sísifo fue obligado a cumplir su castigo, que consistía en empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzara la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio, una y otra vez.

    Uno se preguntará ¿por qué no suelta la maldita piedra y se pone a hacer otra cosa?   Pues porque siempre cree que va a llegar a la cima y que una vez ahí, llegará a su meta y tendrá todo lo que quiere.  Antes de renunciar a rodar la piedra, tendría que soltar la idea de que tiene que llegar a la cima.

   Sísifo fue un avaro en vida, como decimos en México, era un "agarrado", esto quiere decir que el castigo impartido por Hades en el inframundo era sólo una metáfora de cómo había vivido:  agarrado a algo inservible y consumiendo su energía sólo en eso.

   Como dije antes, lo primero que Sísifo tendría que hacer (si es que sigue en el inframundo rodando su piedra) es soltar la creencia de que en la cima se encontrará la solución de sus problemas.   Esto no sólo le sucede a Sísifo, sino es algo muy común.   Pasamos grandes esfuerzos para bajar de peso, conseguir pareja, ganar dinero, ascender de puesto, etc.  A diferencia de Sísifo que nunca llega a la cima, nosotros a veces cumplimos con nuestras metas.  Nos paramos ahí en la cima y  nos damos cuenta, después de la exaltación primera, que seguimos siendo los mismos, que nos seguimos sintiendo iguales y que estar ahí no nos brindó la completitud que prometía.  Nos quedamos expectantes y desilusionados preguntándonos ¿Y ahora....?  hasta que nuestros ojos encuentran una nueva pendiente, más escarpada aún.  Así que decidimos que ésa es la buena y agarramos nuestra piedrita y ¡a darle!.

   Una de las primeras preguntas que les hago a las personas con las que trabajo es ¿Cómo sería tu vida si alcanzaras tu peso ideal y la comida ya no fuera un problema?   Las mayoría de las respuestas que obtengo tienen que ver con un paisaje idealizado de como se percibe la cima.  Los comentarios van desde la idealización positiva -  "Por fin sería feliz", "Tendría más éxito en el trabajo", "Todos me querrían", "Tendría pareja" - hasta la fantasía catastrófica: "Sería vulnerable al acoso sexual", "Me volvería presumida e insensible con los demás" y/o "Querría serle infiel a mi esposo".

   No es de extrañarse que se tengan este tipo de percepciones tan lejos de la realidad:   a diario somos bombardeados incesantemente por mensajes que nos dicen que tener el cuerpo perfecto nos va a brindar el paraíso terrenal y será el fin de todos nuestros problemas y dificultades... y no sólo eso,  sino que también cuando estemos ahí seremos una persona diferente, como si el llegar a la cima nos dotara automáticamente de poderes mágicos desconocidos.  

El asunto es que nuestra vida se nos va en rodar la méndiga piedra.  Consumimos nuestra energía en una tarea ardua, pesada y completamente infructuosa.  Susie Orbach explica: "La tragedia reside en el hecho de que la obsesión hace uso de la energía que podríamos utilizar para cambiar las cosas que somos capaces de afectar" (1) 


 ¿Es así como queremos vivir nuestra vida?   ¿Vale la pena la energía que invertimos en hacer una y otra vez lo mismo esperando diferentes resultados?


    Lo difícil de soltar la piedra es que el hacerlo implica quedar en el vacío, ya sea por unos instantes o por un tiempo prolongado. Por lo menos Sísifo tenía la seguridad de que tenía un plan: "todos los días levantarse muy temprano a empujar la piedra", ya sabía como hacerle, ya conocía el peso de la piedra y la pendiente de la montaña.  No había nada de qué preocuparse.

  Decidir soltar la piedra implica quedarse sin nada:  sin metas, sin quehacer, sin recursos; y simplemente abrirnos a ver qué hay que no sea la piedra.  Contemplar nuestro alrededor, mirar dentro de nosotros con apertura. Permitir y dar tiempo a que surja lo que tenga que surgir.   Guiarnos por nuestra intuición y por nuestras sensaciones para ver qué necesitamos y hacia dónde queremos ir.  Cuando regresamos a nosotros mismos es cuando podemos encontrar nuestro camino, el cual es aquel en donde el proceso de día a día es por sí mismo gratificante, emocionante y pleno; es aquel que nos permite satisfacer nuestras necesidades, nutrirnos y a la vez amar, crear y trabajar desde un lugar de apertura y gozo.  Puede ser que este camino sea aún más difícil y tenga más obstáculos que la pendiente por la que antes empujábamos la piedra.   La diferencia estriba en que en éste no es tan importante llegar a un fin, sino simplemente estar presente en cada paso que damos. 




Referencias. 

1.  Orbach, Susie (1997)  Fat is a Feminist Issue. United Kingdom: Random House. Arrow. 

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